Ante cualquier poema escrito por otro, mi primera exigencia
es que sea bueno (quién lo escribió tiene una importancia
secundaria); ante cualquier poema escrito por mí mismo, mi
primera exigencia es que sea auténtico, reconocible, como
mi letra, por haber sido escrito, para bien o para mal, por mí.
(Cuando se trata de sus propios poemas, las preferencias de
un poeta y las de sus lectores a menudo se superponen pero
rara vez coinciden.)
(W. H. Auden, An unwritten poem)