…. Aparece un movimiento autónomo que anima y excita el espacio allí donde el color se ha posado, lo hace retroceder o avanzar, lo estira, y en lugar de entorpecerlo lo llena de aire límpido.

A su vez, el color restituye el espacio, lo extiende en profundidad. Añade al dibujo la nueva dimensión….

El color afirma aquello que lo diferencia de la línea: su fuerza central, instantánea, ese poder de alzarse hasta su punto culminante, apoyándose sobre sí mismo (…) No hay vecindad apacible entre línea y color (…) El tensor estará siempre en acción para el color (…) Un color se dispone a ser el punto extremo de una luz, una estela volcánica a la que responde desde lejos una sombra terrestre (…) Ese alejamiento, esa respiración casi sensual del espacio en la acción simultánea de las líneas, hace deslizarse al ojo inflamado, hasta un centro invocador.

 

(René Char)